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TOLEDO, 1914

El III Centenario de la muerte del Greco, celebrado en 1914, sirvió para cerrar la etapa en la que se recuperó su figura. Un periodo complicado en el que se rompió con las visiones restringidas y académicas que dominaban las Instituciones y se logró la valoración de unas pinturas que, en su mayor parte, se encontraban dispersas y olvidadas por las iglesias y conventos de Toledo.

 

La reivindicación de la obra del pintor comenzó con los primeros viajeros románticos que llegaron a Toledo en el siglo XIX. Ellos fueron los responsables de difundir la existencia de un artista genial que era un completo desconocido y mostraba en sus cuadros una increíble modernidad.

 

La imagen del Greco como precursor de las vanguardias se fue abriendo paso desde entonces y sirvió para que sus cuadros fueran objeto de la atención de un destacado grupo de intelectuales que, a comienzos del siglo XX, dotaron al personaje de la crítica necesaria para definirle como uno de los grandes genios de la pintura universal.

 

 

Entusiasmados con el Greco

 

Fue una labor difícil liderada por gente como Santiago Rusiñol, Ignacio Zuloaga, Manuel Bartolomé Cossío, Giner de los Ríos, Pío Baroja, Azorín, Miguel de Unamuno, Mauricio Barrés, Rilke o Benigno de la Vega Inclán. Un personaje, este último, poco conocido que fue el verdadero impulsor del turismo moderno en España y el creador de una nueva manera de disfrutar de nuestro Patrimonio cultural desde su cargo de Comisario Regio de Turismo. Él fue el responsable de planificar un modelo coherente de presentar la ciudad de Toledo.

 

Para conseguirlo, organizó una importante oferta de museos, de servicios e infraestructuras, que convirtió la población en un destino turístico internacional. A su buen hacer se debe la recuperación y apertura al público de un edificio tan emblemático como es la Sinagoga del Tránsito y la creación del Museo del Greco que, desde 1910, se convirtió en destino obligado para todos aquéllos que querían conocer el arte español.

 

Su estela, en buena medida relacionada con la actividad suscitada para la celebración del III Centenario de la muerte del pintor, se dejó notar en la construcción de la espectacular estación de ferrocarril que aún hoy da servicio al tren de alta velocidad, en la apertura de los primeros grandes hoteles que hicieron de Toledo un destino apetecible para los viajeros de la época o en la realización de las primeras rondas de circunvalación que permitieron mejorar la movilidad de los visitantes que empezaban a deambular por sus complicadas calles.

 

La inauguración del Museo sirvió para confirmar la creciente valoración del Greco como genio de la pintura y plantear nuevos retos que se esperaban abordar con motivo de la celebración del III Centenario. Su finalidad fue doble.

 

 

Modernizar Toledo

 

Por un lado, ofrecer una nueva interpretación del pintor como genuino

representante del arte español de la Edad de Oro, que le permitiera ser reconocido por los círculos académicos y los grandes museos de arte que aún consideraban al artista como un autor extravagante. Por otro, plantear la necesidad de modernizar Toledo iniciando un diálogo entre el pasado y el futuro que ofreció interesantes resultados.

 

Para conseguirlo, se planearon exposiciones y la edición de obras de divulgación que constituyen un buen modelo de comunicación para la época. Por su parte, los intelectuales de Toledo desarrollaron su propio programa que les llevó a editar revistas y a promover una identificación de los toledanos con aquel antiguo vecino que, con algo de retraso, empezaban a descubrir.

 

Al final, los actos del III Centenario no tuvieron la entidad prevista por la compleja situación política que atravesó el país en esos precisos años y los problemas surgidos entre las distintas comisiones y patronatos encargados de llevarlos a cabo.

 

 

Un artista universal

 

Sin embargo, el balance no puede ser más positivo. Los esfuerzos, de unos y otros, sirvieron para inaugurar los lógicos monumentos, organizar conciertos y conferencias pero, sobre todo, para lograr el reconocimiento universal que se buscaba y conseguir la definitiva consolidación de Toledo como destino cultural.

 

El valor del Greco dejó de ser discutido y todos, fuese cual fuese su ideología o formación, se rindieron ante un artista genial que había hecho de la ciudad el escenario de unas creaciones que alcanzaron una difusión universal.

El III Centenario de la muerte del artista fue el año de su reconocimiento, después de pasar tres siglos olvidado
Los primeros viajeros románticos del s. XIX difundieron la existencia de un artista desconocido que mostraba una increíble modernidad
Zuloaga, Rusiñol, Baroja, Azorín, Unamuno... destacados intelectuales escribieron entonces sobre la genialidad universal del Greco
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